La izquierdas necesitan un nuevo hypersigilo.

La victoria del 14 de diciembre de 2025 de José Antonio Kast no es un error en la Matrix, ni un simple accidente estadístico que se pueda explicar con la ignorancia o el miedo, aun cuando es evidente que hay algo de eso. Y aunque los analistas políticos llenarán horas de televisión hablando de coaliciones, votantes pendulares y economía, siento que intentar explicar que esta pasando solo con las herramientas tradicionales de discusión política es como intentar medir la temperatura con una regla.

Lo que primero que me vino a la mente luego de ver los resultados del domingo y me da vueltas desde ese momento porsupuesto que no es una respuesta definitiva, ni mucho menos la "solución" al laberinto en el que nos encontramos. Es, más bien, una intuición. Quizas no mas que una duda. Una sospecha que nace de observar no las leyes, sino los mitos que nos contamos. Me atrevo a pensar que lo que ocurrió este domingo es el síntoma de una derrota que trasciende lo electoral: es una derrota mágica, una meta derrota, una derrota simbolica, una derrota de relatos miticos, derrotaron la mitologia de izquierda. Es la confirmación de que existen corrientes subterráneas, espirituales, intangibles, fuerzas que no aparecen en las realidad material de las encuestas pero que se activan cuando un relato logra resonar con el inconsciente colectivo y las conciencias se movilizan. 

Existe una sensación incómoda, una estática en el aire que sugiere que las izquierdas hemos perdido la capacidad de encantar. En algún punto, dejamos de ser la imaginación de los futuros imposibles y nos convertimos en los administradores del presente. Nos transformamos en el status quo, en la estructura rígida, en el "Superyó" colectivo que vigila, castiga y normativiza, en "The MAN". Y al hacerlo, dejamos un vacío espiritual gigantesco que la derecha, con una astucia, supo llenar apropiándose del relato simbólico universal, de la historia sobre el bien y el mal.

A principios de los 90, el chamán escocés disfrazado de guionista de cómics Grant Morrison lanzó Los Invisibles. Él no lo definía como un simple comics mas, sino como un hypersigilo: un complejo ritual narrativo diseñado para alterar la conciencia global, un potente hechizo simbolico-alquímico, meta-narrativo lanzado al mundo con la esperanza de cambiarlo. Entendía algo fundamental: que la ficción no es mentira, sino una herramienta para moldear esas energías intangibles que siempre preceden a los cambios materiales. Morrison veía con preocupación cómo la ficción de los 80 había sido colonizada por el arquetipo del "Guerrero Patriota" de derecha (los Rambo, los Schwarzenegger). Su contraataque mágico fue diseñar una ficción donde la anarquía, la expansión de la conciencia y la disidencia fueran, nuevamente, la fuerza vital del universo. En una reciente entrevista lo escuche decir que una de las razones que lo motivaron a escribir Los Invisibles es que queria hacer a la izquierda "cool nuevamente".

Ese hypersigilo funcionó. Su onda expansiva detonó en The Matrix, el evangelio gnóstico del cambio de milenio. Ahí estaba el esquema perfecto: Neo, el hereje, despertando de la ilusión consensuada para luchar contra los Arcontes del sistema en la forma de los Agentes, guardianes de una realidad falsa. Era la épica de izquierda por excelencia robada desde nuestras manos: la liberación del espíritu humano frente a la maquinaria de control.

Pero hoy, veinticinco años después, ese símbolo ha sido hackeado.

La ultra-derecha, los libertarios, la nueva derecha y figuras como Kast, Trump o Milei han logrado invertir el polo magnético de la rebeldía. Incluso se han apropiado de la "Redpill". Han construido un gnosticismo pop sumamente seductor: le dicen a la gente que vive en una mentira creada por "Ellos" (el progresismo, la ONU, el globalismo) y que solo ellos poseen la Gnosis, el conocimiento secreto y prohibido. Las conspiraciones que recorren internet todas terminan en George Soros, en los judios, en los comunistas, en el mal encarnado en la elite gobernante. ¿Cuando fue que perdimos la narrativa de las conspiraciones mundiales?. 1 mes viendo reels de facebook, instagram o tik tok a cualquiera lo hacen de derecha.

Han logrado que el conservadurismo se sienta punk. Han convertido el orden y la jerarquía en la nueva contracultura. Mientras tanto, nosotros, la izquierda, parecemos haber olvidado cómo invocar el misterio, el misticismo, la magia, la narrativa subterranea que mueve las culturas. Nos hemos vuelto literales, pedagógicos, casi eclesiásticos en nuestra defensa de las normas. Nos convertimos en el Agente Smith, obsesionados con que el código moral corra sin errores, mientras la derecha le vende a la gente la embriagadora ilusión de ser Neo luchando contra la tiranía de lo políticamente correcto.

Por eso, creo que la reconstrucción de la izquierda no pasa solo por mejorar la gestión o el mensaje económico. Pasa por la necesidad urgente de construir un nuevo meta-relato mágico. Necesitamos un nuevo hypersigilo que le devuelva el alma a nuestra propuesta.

No podemos seguir invocando a los espíritus del siglo XX, el trabajo duro, el sindicato, el sindicalismo industrial, en una era que clama por otro tipo de liberación. Si vamos a jugar en el terreno de la conspiración (porque el ser humano es, en esencia, un animal que busca patrones ocultos), juguemos en serio.

Las izquierdas siempre han sido quienes tienen la antorcha que revela las Gnosis ocultas de las sociedades. Tomemos de vuelta el control del relato, del gran secreto oculto de las conspiraciones de las élites oscuras. Hablemos de como nos quieren mantener dormidos al hecho de que la escasez mundial es artificial. Que la tecnología y la automatización son fuerzas que ya podrían liberarnos de la esclavitud del trabajo asalariado, pero que el sistema mantiene ese yugo mediante un "hechizo de culpa" y precariedad constante.

La derecha gana porque ofrece un refugio ante el caos: el retorno al Padre Severo, al orden conocido. Nosotros fallamos porque no hemos sabido dibujar un refugio en el futuro. Nos falta la mística del post-trabajo.

Imaginemos un relato donde el villano sea el Demiurgo de la Productividad, esa voz que nos susurra que si no producimos no valemos. Un relato donde el acto más rebelde, mágico y espiritual sea recuperar el tiempo. Tiempo para la contemplación, para el cuidado, para la creación sin fin de lucro.ç

Mark Fisher diagnosticó con mucha lucidez en su libro Realismo Capitalista sobre trampa mortal: el capitalismo moderno no necesita censurar la disidencia; le basta con mercantilizarla. El sistema posee una respuesta inmunológica perversa, capaz de absorber cualquier subversión, empaquetarla y vendérnosla de vuelta a precio de mercado. Lo vemos cuando corporaciones globales financian películas sobre revoluciones o cuando la estética de la protesta se convierte en campaña publicitaria. Al caer en esta dinámica, la izquierda dejó de ser una amenaza estructural para transformarse en un simple nicho de consumo, una 'identidad de estilo' que, lejos de desafiar al status quo, termina lubricándolo. 

Asi mismo la política es, en su nivel más profundo, una guerra de realidades, de relato, de historias. Es la capacidad de proyectar una realidad en el que otros quieran habitar, o quizas huir de ella. La victoria de Kast es la prueba de que su ficción, basada en el miedo y el orden, fue más potente que nuestra realidad desencantada.

Si queremos recuperar el futuro, no basta con tener la razón técnica o moral. Tenemos que volver a aprender el viejo arte de tejer significados, de encender la imaginación y de proponer un misterio lo suficientemente luminoso como para eclipsar el miedo. Comprender que hay fuerzas más allá de lo material que se mueven cuando las voluntades se movilizan, fuerzas no materiales, intangibles. Tenemos, en definitiva, que volver a creer en la magia.